jueves, 6 de agosto de 2015


A Rubén Darío

Siendo apenas un niño,
En labios de mi madre
Descubrí tu poesía
Fragante cual las rosas,
Nutricia como el trigo.
Y cómo no adorarte
Si eras su dios pagano,
Si de mi amor más grande
Aprendí tu lenguaje
Hecho de luz y trinos.
Entonces me evocabas
La Persia legendaria,
El sol de las batallas,
La luna acariciando
A guerreros heridos.
Ahora tengo más años
De los que tú tuviste
Y llevo en la memoria
Tantos versos dormidos.
Pero los tuyos siguen
Anidando en mis ramas,
iluminando el tronco
De este rugoso olivo.

(Para la Antología Azul Verde... Verde Azul, en homenaje a Rubén Darío)

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