martes, 18 de agosto de 2015


Escribo porque siento y siento cuanto escribo.
Las palabras vacías no arden en el poema;
Para incendiar los versos no basta el alma, el cuerpo
Tiene que estar presente y aportar piel y sangre,
Convertirlo en hoguera.
Dejemos que el lenguaje fluya ardiente y volcánico,
Sin que el pudor nos frene la pluma ni la lengua.
La mano que esto escribe, aprieta y acaricia;
La boca que recita, succiona, lame y besa.
Ya que de ello he nacido no huyo ni me avergüenzo:
Soy carne, soy fluidos, y me mueve el deseo.
Las pasiones me llevan a insondables abismos
Donde el placer aguarda, donde la dicha es plena.
Soy libre, amo la vida sin mordazas ni vendas.











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