martes, 29 de mayo de 2018

Llego poco a las cosas
y a las personas menos,
porque cuando las busco
las perdí y ya no están.

Qué voy reprocharles
si peco de lo mismo,
si me muevo incansable
por paisajes y afectos,
como si levitara,
sin dejar huella alguna.

Somos aves de paso,
pero algunos siquiera
logran construirse un nido
donde poder quedarse o regresar a él.

Otros sólo tenemos la esperanza
de conseguir un día
un hueco acogedor entre las ruinas
antes de que el invierno nos sorprenda,
para morirnos solos y a cubierto
de miradas curiosas, compasivas.

Son tan largas las noches
e insufribles los días,
que uno acaba agotado
y con las alas rotas.

Y aún hay optimistas
que a esto lo llaman vida.
Pocos, por no engañarnos,
lo llamamos derrota.