Un segundo, un minuto, una hora, 
Un día, un mes , un año, un siglo… ¡nada! 
Estéril y constante obsesión de medir, 
De dividir lo indivisible, de escalonar el tiempo. 
El amor de unas horas nos acompaña siempre, 
Porque esas pocas horas no están en los relojes,
Ni son frutos banales de pilas y resortes. 
El corazón no sabe ni entiende de medidas: 
Así la dicha eterna con la que sueñan tantos, 
Dura un fugaz instante y pasa a ser recuerdo. 

No es descabellado pensar que me conocen

Más y mejor los que me leen, que aquellos

Que conviven a diario con mi caricatura.

Los que nunca escalaron las cumbres de mi vida

Y no intuyen siquiera sus profundos abismos,

Afirman conocerme.

Por no desengañarlos me callo y doy por bueno

Que saben de mis cosas mucho más que yo mismo.

Otra página en blanco,

Y ya empieza a costarme escribir algo

Que no haya dicho o escrito.

Sed de elogios, pueriles ilusiones,

Soberbia y vanidad tienen la culpa

De que nos repitamos tantas veces,

Por miedo a que al callarnos nos olviden:

Somos analfabetos del silencio.  

   

Estoy cansado de cansar a tantos

Con mi eterno cansancio;

Del cual ya me cansé porque es cansino.

Y como casi todo es otra cosa,

En ese “casi” me refugio y vivo.

Cuando cada mañana me despierto,

Y tras lavarme el cuerpo y el espíritu,

Salgo a la calle, veo el mundo aún por hacer.

Cuántas miradas me recrean a diario;

A cuántos recreo yo cuando los miro.

Qué gusto formar parte de un paisaje

Con sabor a niñez, a sal y espuma.

Soy yo porque me viven y los vivo.  

LUCIA

Además de mujer eres la fuente

Donde abrevo mi sed de fantasías.

Porque te amo, en vez de poseerte,

Siento que soy más tuyo que tú mía.

No concibo en la vida mayor suerte

Que nadar por tu cuerpo hacia la orilla

Donde rompe el placer entre corales,

Perlas, doradas playas y colinas

Suaves como tu voz. Iluminado

Por el radiante sol de tu sonrisa,

Mi corazón feliz se maravilla

De escucharse latir en otro pecho,

Mientras miro brillar las esmeraldas

Que iluminan mi noche, y me desvelo.

De joven me habría gustado ser

Como querían que fuera mi novia,

Mi familia, mis escasos amigos.

Todos, menos mi padre,

Pugnaban por cambiarme.

Y yo, que les dejaba hacer, nunca fui otro;

Seguí siendo el de siempre a pesar mío.

Hoy, que me gustaría ser el de entonces,

Y lo busco incansable cada día,

-¿Cómo voy a encontrarlo en este viejo

Cansado y tan de vuelta de la vida?-,

Aún trato de cambiar, pero no cambio.

Debo felicitarlos, lo lograron:

Ya no soy yo, sino el que ellos querían.   

INVENTARIO

He sido muchos hombres en una sola vida.

Un niño introvertido, lector y fabricante de juguetes;

Un joven solitario que apenas tuvo amigos;

Un aprendiz de adulto que amó sin ser amado.

Ahora, mientras aguardo unirme al Universo,

Libre al fin de abalorios, repaso el inventario

De lo vivido y siento haber tardado tanto en comprender

Que toda mi andadura dificultosa y vana cabe en la geometría

De un solo verso, que no podré puntuar cuando lo escriba

En el silencio blanco que paciente aguarda mis palabras.

Lo que no sé es si me valdrán estas, las de diario,

O habré de inventar otras; ni si lo entenderán

Los que lo lean de prisa para llegar puntuales al trabajo. 

  

Mientras menguo por fuera

Voy creciendo por dentro.

El mío es un crecimiento

Acompasado y lento.

Me inquieta que algún día,

Cansado de su encierro,

Mi interior me desgarre

La carne y se abra paso

Con un furor volcánico

Y se aleje volando hacia lo eterno.

LAS PALABRAS

Antes que yo ya lo dijeron otros:

No amo las palabras,

Porque amarlas sería

Amar la superficie de las cosas,

El envase vacío,

La cáscara y no el fruto.

De niño las usaba

Para que me quisieran,

Y ahora, aprendiz de adulto,

Las uso para que no me olviden.

Pero no me enamora su belleza

En el papel o el aire,

Si no lo que me acercan

Al oído o la retina,

Cual botellas preñadas de mensajes.  

Por eso no las culpo si me mienten

o me abren el costado,

Ni las subo a un altar si me acarician

Con verdades o halagos.

Sólo son herramientas al servicio

De necios y de sabios.

Las respeto y las cuido con esmero; 

Las utilizo pero no las amo.

  

Pobre y ensimismado como araña en invierno,

O mejor, como oruga

Que nunca llegará a ser mariposa.

Va por la vida solo,

Repartiendo en silencio lo poco que le queda.

Es de los que están siempre

Sin que nadie lo vea.

Pararrayos de algunos y techo que cobija

Cuando arrecia el mal tiempo.

Crisol de soledades, faro de tierra adentro,

Sólo la luna sabe las penas que no cuenta,

Y desde las alturas lo acompaña y lo vela.

Vive y deja vivir es mi divisa.

Si la vida te sacude con saña

Sufre pero no hagas sufrir.

Que una mala cosecha no te impida

Sembrar en ti y en todos la esperanza.