Llegas llorando y te unes compasivo
a la primera hoja condenada
a abandonar su árbol vestida de amarillo.
Soy un año más viejo pero me reconoces y saludas
sin atreverte a preguntarme,
¿qué fue de aquel regalo que te
hice?
Mi silencio responde: lo perdí… lo perdimos.
Mi silencio responde: lo perdí… lo perdimos.
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