No sin esfuerzo y no para salvarme
sino con la esperanza de llegar a ser libre,
lucho día y noche contra mis demonios.
No hay un demonio solo esclavizando al Hombre;
Cada uno de nosotros albergamos los nuestros.
Toda complicidad nace del miedo:
Al principio, tratando de convivir con ellos,
muchas veces sucumbí a sus infamias;
Era joven entonces, y empecé a luchar solo
Sin tener a mi lado a un dios que me ayudara.
Como Sor Juana Inés, también yo creo
Que Dios no debe nunca hacer favores.
Volviendo a mis demonios:
Los pocos que hoy me asedian no logran doblegarme;
Tal vez porque en la guerra
uno acaba aprendiendo de su propio enemigo.
Descreyendo en los premios y castigos eternos,
Repelo sus ataques, desdeño sus sobornos,
y continúo a pie firme librando mil batallas
bajo la indiferencia y el silencio del Cielo.
bajo la indiferencia y el silencio del Cielo.
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