Tarde de lluvia. Triste ceremonia
Sobre una alfombra gris, bordada
Con las resecas hojas del recuerdo.
Ando sin dejar huellas, como antaño
Lo hizo Jesús sobre estas mismas aguas.
Y comprendo al Dios hombre,
Cuando me empapa el alma
Esta desolación licuada y fría
Que llueve de mis ojos y del cielo.
Su mano compasiva, pero firme,
Me devuelve de nuevo la esperanza,
Mientras repite en lo profundo el eco:
“Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?”
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