No te culpes, mujer, ni te disculpes,
Ambos no pasaremos del empeño,
Porque así son los sueños,
Y no hay un despertar que no sea amargo.
¿De qué me sirven tus explicaciones
cuando vas de regreso a la cordura?
Tú no mentiste en el crucial instante,
Ni todo fue pasión y desenfreno;
Sabes que hubo ternura, y algún beso
Digno de perdurar en la memoria.
El resto fue ilusión y ahora es historia.
No pienses más, nos hechizó la luna.
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