Siempre que voy de paso hacia ninguna parte,
Hago una escala en ti, que no me esperas,
Ni sueñas que me quede a cortejarte.
Mujer molino, entre tus largas aspas,
El viento de mis ansias se detiene un instante,
Y escapa, como loco torbellino,
Antes de que lo invites a marcharse.
Me das lo que te doy, que es poco o nada,
Ese fugaz encuentro ya es bastante.
Sin excusas, reproches ni promesas.
Sin vajilla, mantel ni servilletas.
Un “hola” y un “adiós”, pan y un buen trago.
La extraña sensación, en la partida,
Del no saber quién se va o quién se queda;
No basta con andar, para alejarse.
Buenos días, Tomás.
ResponderEliminarBellísimo poema , el encuentro sin ataduras ni convencionalismos entre dos almas que se entienden en un instante sublime, donde la única promesa es la libertad de amar.
¡Un abrazo!