Mientras no se detengan los relojes,
Y el corazón metálico del tiempo
Continúe desgranando su tic tac,
Seguiremos soñando y escribiendo,
Sin exigirnos más.
Cuando llegue el momento y, qué sea tarde,
De desplegar las velas y zarpar,
Mejor no ser mezquinos ni cobardes,
Ante la eternidad.
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