No te conozco, amor, pero te siento
Como se siente al caudaloso río
En el que cuesta reconocer el agua.
Te contemplo, triste, desde la orilla
Sin poderte vadear o navegarte.
Has cruzado mi vida tantas veces,
Arrasando el jardín que te aguardaba,
Reseco y agostado, cual bendición tardía.
Se marchitan las plantas que regaste;
Se pudren en el lodo las semillas;
Muere de sed el ruiseñor que, antaño,
Cantó a tu paso bellas melodías.
Otros tendrán más suerte, no me aflige
Que nunca vuelvas a regar mi huerto.
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