A ti que en mí provocas pavorosos incendios
Para apagarlos luego antes de que me abrase,
Siempre te dejo en el umbral del verso
Que no podré escribir jamás.
Te dejo y te retomo a cada instante,
Sabiendo que no existen las palabras
Que puedan definirte. Me resigno a perderte
Para recuperarte después, cuando la noche
Hace posible lo imposible,
En esas horas en las que el hielo arde.
En esas horas en las que el hielo arde.
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