en una ida constante sin posible regreso.
Nómadas desprovistos de humanidad,
a los que nadie mira ni recuerda,
porque la incomprensión fue siempre
el peor de los olvidos.
Si alguna vez les sonrió la fortuna,
Esa sonrisa helada y descompuesta
Es hoy, en su memoria, un grotesca mueca.
Demasiado orgullosos para pedir limosna,
recomponen a diario la dignidad perdida,
para eludir las trampas que ponen los espejos.
Estos seres sin nombre ni apellidos,
a los que hasta la muerte desprecia y ningunea,
podemos ser nosotros mañana, y será tarde,
cuando nos demos cuenta.
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